(NOTA DE PRENSA)
En paralelo al vertiginoso desarrollo de Internet, el malware ha ido evolucionando y propagándose de modo mucho más rápido y eficaz que en sus comienzos.
Lima, mayo – En el marco de la celebración del Día de Internet, ESET, compañía líder en detección proactiva de amenazas, repasa cuáles fueron los desarrollos claves en la historia de los códigos maliciosos y cómo ha ido cambiando su forma de propagación y la lucha para enfrentarlos.
Para comenzar, la historia del malware se remonta a 1986, año en el que apareció el primer virus para plataformas IBM PC utilizando mecanismos de ocultamiento. El entonces llamado Pakistani Brain, infectó el sector de arranque de los discos floppy, lo que le permitió propagarse en cuestión de semanas. A su vez, hacia finales de los 80, irrumpe el Gusano Morris, malware conocido como el primer gusano que se propagó en miles o quizás decenas de miles de minicomputadoras y estaciones de trabajo como VMS, BSD y SunOS.
En la década del 90, se recuerda el famoso Michelangelo, virus que infectaba el sector de arranque de los disquetes floppy y el sector MBR de los discos rígidos. En 1994 se detectó el primer malware de tipo ransomware, llamado OneHalf, y aunque no pedía rescate ni había un código de desactivación, cifraba la primera serie de sectores del disco rígido. Si se usaba FDISK/MBR, el sector MBR infectado se reemplazaba por uno vacío y el sistema ya no era capaz de arrancar. Pero fue recién hacia 1997 cuando comenzó a surgir la tendencia de abandonar el malware auto-propagante por los troyanos. El furor por el robo de credenciales de las cuentas de AOL adoptó diferentes formas que presagiaron el fenómeno de phishing que viene dominando el siglo XXI.
En el 2000 llegó un gusano para correo electrónico, que atacó a decenas de millones de PC Windows. También conocido como ILOVEYOU, la amenaza llegaba como un archivo adjunto que se hacía pasar por una carta de amor, y era capaz de acceder al sistema operativo, al almacenamiento secundario, al sistema y a los datos de usuario de la víctima.
Ya hacia 2005 nos encontramos con CommWarrior, el primer malware para teléfonos móviles capaz de propagarse mediante mensajes MMS Y Bluetooth. Éste atacó la línea de teléfonos inteligentes Symbian Series 60. Aunque tuvo poco impacto, sus implicaciones para los expertos en antivirus fueron enormes.
En 2008, apareció Conficker, código malicioso que convertía a los equipos infectados en parte de una botnet. Esta amenaza se propagó por muchísimo tiempo y afectó a miles de usuarios mientras que su empelo de algoritmos variables para impedir su rastreo constituyó un indicador para los desarrollos futuros.
En 2010 apareció un gusano denominado Stuxnet que marcó una nueva era del malware moderno. El mismo atacaba los sistemas de control industrial y se utilizó contra instalaciones nucleares iraníes. Ya para el 2012, aparece Medre, amenaza que robaba información extrayendo documentos de AutoCAD. El equipo de ESET lo descubrió y analizó, llegando a la conclusión de que se había desarrollado para robar planos de empresas privadas, especialmente de Perú.
En la actualidad, nos encontramos con amenazas como Hesperbot, troyano avanzado que atacó a usuarios bancarios mediante campañas de estilo phishing, imitando a organizaciones confiables. Así cuando los atacantes lograban que sus víctimas ejecutaran el malware, obtenían las credenciales de inicio de sesión. También apareció Windigo, que en 2014 tomó el control de 25.000 servidores Unix en todo el mundo y envió millones de mensajes de spam diarios con el fin de secuestrar servidores, infectar los equipos y robar información.
“Lo códigos maliciosos han evolucionado con el paso del tiempo y las amenazas llegaron a ser cada vez más sofisticadas. En la actualidad, las amenazas que más detectamos tienen que ver con Troyanos, así como también diferentes tipos de Ransonware”, comenta Pablo Ramos, Jefe del Laboratorio de Investigación de ESET Latinoamérica. “Hoy en día, las amenazas, no sólo llegan a ser más masivas que en sus inicios sino que también sus metodologías de propagación e infección son más elaboradas, buscando como principal objetivo el rédito económico para el cibercriminal”, cierra Ramos.
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