Los Andes se convertirán en una región clave para conocer a mayor profundidad cómo afectarán los eventos extremos e impredecibles causados por el cambio climático a otros lugares en el mundo, y cómo el medio ambiente, la agrobiodiversidad y la población lograrán adaptarse a ellos.
Será a través de la Iniciativa Andina, propuesta global de un grupo de investigadores del Centro Internacional de la Papa (CIP), lanzada durante las últimas semanas de octubre en la ceremonia del Premio Mundial de Alimentación realizada en Des Moines, Iowa, Estados Unidos.
Se trata de una propuesta integral, que incluye el trabajo coordinado con familias de agricultores andinos —que durante generaciones han resguardado la biodiversidad alimentaria de la zona— para estudiar en tiempo real lo que sucede en territorios ubicados a diversas altitudes y con diversos cultivos, y evaluar el comportamiento que presentan al tener que enfrentar eventos climatológicos diferentes, y cómo esto afecta a la agrobiodiversidad y la calidad de los alimentos producidos.
De esta manera, la iniciativa desarrollará la investigación en acción para ayudar a los agricultores a adquirir prácticas más eficientes y sostenibles para el uso de sus tierras, y para acelerar sus capacidades y conocimientos empresariales, ayudándolos a conectar sus productos en los nichos de mercado de superalimentos. Los aprendizajes generados podrán aplicarse en otras áreas del mundo afectadas por similares eventos climáticos, lo que permitirá una mejor adaptación y mitigación.
«Los Andes son uno de los últimos centros de mega diversidad y de reserva de la agrobiodiversidad en el mundo, así como lugar de origen de múltiples cultivos nutricionales vitales para satisfacer la necesidad global de una dieta más diversa, por lo que es natural que sea el lugar más ideal para estudiar a detalle los efectos del cambio climático», explicó Ginya Truitt Nakata, directora de América Latina y el Caribe del Centro Internacional de la Papa (CIP), durante el lanzamiento de la iniciativa.
En efecto, los Andes alojan 85 zonas de vida de los 110 que existen en el mundo, y por su ubicación a gran altitud, son particularmente vulnerables a los cambios de temperaturas y patrones climáticos, lo que provoca el incremento en la frecuencia y la intensidad de las sequías, granizadas y heladas, afectando su capacidad de producción de alimentos.
De otro lado, en los Andes se originaron un sinnúmero de superalimentos, como la papa, los granos de amaranto y quinua, las legumbres de lupino y las raíces de maca, que han sido custodiados celosamente por los guardianes de su biodiversidad que los han conservado, seleccionado y mejorado. Y, además de ser un referente mundial de agrobiodiversidad, la Cordillera de los Andes cumple un rol esencial como suministrador de agua a las cuencas de los ríos que alimentan el Amazonas.
Son precisamente estas características las que convierten a este territorio en un laboratorio viviente, capaz de brindar en periodos relativamente cortos nuevos aportes sobre los fenómenos que impactan los sistemas alimentarios, contribuyendo al desarrollo de la agricultura a gran altitud y a las ciencias climáticas.
Otro aspecto importante que ha sido aún poco estudiado hasta el momento es el potencial de las reservas de carbono subterráneas ubicadas en zonas de gran altitud para reducir los gases de efecto invernadero vertidos a la atmósfera y mitigar el cambio climático mientras que se preserva la productividad de los suelos.
“El volumen de las reservas de carbono en los Andes es comparable al de la Amazonía; sin embargo, el papel del primero como reservorio de carbono ha captado poca atención de los investigadores y de los encargados de formular políticas públicas para su preservación, que en el momento actual son imperativas debido a la expansión de la agricultura a nuevos territorios”, explica Stef de Haan, científico principal del CIP.
Añade que al investigarse los riesgos asociados al uso no sostenible de la tierra en los Andes y relacionarlos con los factores climáticos, se tendrá la posibilidad de generar mejor conocimiento que aumente los ingresos económicos rurales y mejore la calidad de las dietas de los pobladores.
En la actualidad, el CIP encabeza diversos proyectos para proteger la biodiversidad en la región andina, incluida la conservación in situ, que se trabaja de forma conjunta con agricultores de la zona. También desarrolla programas de repatriación de variedades nativas de papa, que devuelven la agrobiodiversidad perdida en las comunidades y las ayuda a mejorar sus hábitos alimenticios utilizando cultivos autóctonos mejorados.
«La región andina está experimentando los impactos del cambio climático con una intensidad mayor a cualquier otro lugar del mundo”, alertó Jesús Quintana, director de la Región Andina y Cono Sur del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola, uno de los coanfitriones del evento donde se presentó esta iniciativa. En ese sentido, remarcó la importancia de las asociaciones estratégicas y colaborativas, que le dan un gran impulso al trabajo que se realiza en diferentes lugares de los Andes.
Según Quintana, esta iniciativa ofrecerá lecciones valiosas que contribuirán a la capacidad de recuperación climática del mundo, sobre todo de las regiones de montañas tropicales y otras zonas vulnerables.