Por Andrés Cúneo, director de ANIDA.
Entre todos los sectores que debieron cambiar y adaptarse frente a la pandemia, la tecnología fue sin duda uno de los más radicales, pues la virtualidad fue protagonista en la vida de las personas y la virtualización se consolidó como tendencia que crece exponencialmente en el mundo corporativo, por sus grandes oportunidades para mejorar el trabajo remoto, procesando datos, corriendo sistemas o almacenando archivos, entre otras posibilidades.
Según IDC el 65% del PIB mundial estará digitalizado para 2022 y las inversiones en transformación digital directa alcanzarán los 6,8 billones de dólares entre 2020 y 2023. Todo un desafío para los proveedores de tecnología que deben apoyar a sus clientes para convertirse en empresas digitales del futuro.
La demanda de conectividad y servicios en la nube crece cada día para dar un buen servicio a los usuarios remotos. Pero, por otro lado, la adaptación tecnológica del último año 2020 mostró muchos desafíos que se transformaron en tendencia, como el hecho de que muchas de las aplicaciones no estaban hechas para funcionar desde Internet, por lo que los proveedores tecnológicos debieron ayudar a sus clientes a virtualizarlas y trabajarlas de manera eficiente.
Y si bien la virtualización promete ofrecer versatilidad y ahorro para los negocios al permitir que diversas aplicaciones sean procesadas en una misma máquina sin perder desempeño, productividad o eficiencia, la experiencia de este año de transformaciones mostró que estos proyectos deben abordarse de manera planificada y con partners expertos.
Podríamos resumir en tres las principales advertencias a la hora de abrazar la virtualización:
- No se debe utilizar hardware antiguo, pues termina afectando la performance.
- No se debe comenzar un proceso de virtualización sin un plan, para evitar ambientes virtuales incompatibles o innecesarios
- Debemos considerar inversiones en tres áreas clave: monitoreo, redundancia y optimización de los sistemas virtuales.
Detengámonos en el área del monitoreo, pues es la base de las otras dos. Contar con un buen monitoreo de toda la plataforma permitirá predecir potenciales problemas futuros y, a su vez, proveerá de información muy valiosa a la hora de optimizar las plataformas virtuales.
Justamente la optimización es otra área para atender, pues es probablemente el aspecto menos abordado y un buen ejemplo de cómo una oportunidad puede perderse. El atractivo de los sistemas virtuales es que comparten un conjunto de recursos en común. Recursos que no se usan de manera simultánea. Sin embargo, no es poco común que se re-implementen los sistemas tal y como fueron diseñados para el ambiente original, perdiendo la oportunidad de reducir su tamaño y de generar el ahorro prometido.
La virtualización está representando múltiples beneficios para las empresas: disminuir la carga de hardware en la gestión de TI, mejorar la eficiencia de los dispositivos físicos y consolidar varias funciones y sistemas operativos. En la pandemia, representó ahorros de tiempo y esfuerzos: permitió a empleados y directivos acceder a sus datos y aplicaciones de forma remota, a los equipos de TI solucionar problemas a distancia, llevar los procesos de recuperación ante desastres de días u horas a minutos o segundos. Y para muchos ha representado un ahorro en inversión en infraestructura física, instalaciones y espacios, bajando incluso el consumo de energía y la huella de carbono.
En palabras de algunos expertos en la materia, los beneficios de la virtualización para las empresas se traducen en reducción de costos en infraestructura de TI, reducción de tiempos improductivos y resiliencia de red, además de mayor eficiencia, productividad e independencia.
Ventajas y promesas que sólo sucederán si van de la mano de una buena asesoría, de una inversión adecuada y una implementación de primer nivel.