El parón que generó la crisis de la Covid-19, afectó a millones de personas, obligándolas a migrar hacia la digitalización, teniendo que adaptar diferentes aspectos de su vida y trasladarlos a la nueva modernidad, con el fin de mantener una vida digna y funcional. Es así como se evidenció la necesidad, no solo de una transformación tecnológica, sino también de que esta pueda integrarse a los cambios culturales y organizacionales que han iniciado las instituciones y más aún las ciudades, pudiendo percibirlos y formando parte de estos, mediante experiencias físicas. Para que esto sea posible es necesario fusionar tanto el campo online como el offline, lo cual se ha hecho realidad, gracias al término “phygital”, donde la hiperconectividad llega de forma masiva a personas, productos, activos y territorios, abriendo nuevas posibilidades estructurales de transformación e innovación.
Ante este nuevo desafío, las instituciones públicas se encuentran frente a una oportunidad única, ya que la tecnología bien empleada ha demostrado ser una herramienta determinante para garantizar el normal devenir de la sociedad y la continuidad de los negocios, tanto físicos como virtuales.
El extraordinario avance que han experimentado las soluciones de Smart Cities con la incorporación de tecnologías como la inteligencia artificial o el Big Data, van a permitir a las ciudades estar mucho mejor preparadas, en el corto y medio plazo, logrando la detección temprana de riesgos, la operación coordinada de los servicios públicos, la gestión dinámica de los recursos sanitarios, el impulso de la colaboración público-privada a través de herramientas digitales y la reactivación de la economía y el empleo.
No es algo utópico. Resultados de proyectos pioneros en este ámbito ya han arrojado mejoras de entre un 20 y un 40% en la calidad del aire, reducciones del 30 al 35% en el consumo de agua y de hasta un 50% en el tiempo que empleamos en la búsqueda de parking. También mediante el despliegue de sistemas de eficiencia energética en edificios, se ha logrado reducir entre un 10 y 15% las emisiones de los Gases de Efecto Invernadero. Ese es el objetivo de las Smart Cities y poco a poco se perfila como una realidad mucho más cercana de lo que imaginamos. Incluso, hoy en día, ya hay alguna empresa a nivel global que es capaz de proporcionar una oferta integral para Smart Cities, que contempla desde servicios al ciudadano, transporte y movilidad, infraestructuras y eco-energía, seguridad y emergencias, hasta la implementación de una plataforma urbana para integrar y gestionar la información de la ciudad. Al fin y al cabo, las herramientas de Smart Cities tienen un impacto beneficioso sobre las personas, el territorio y los espacios naturales y es justamente en este contexto en que se dispone de mayor cantidad de información fiable y en tiempo real, por lo que puede servir para tomar decisiones basadas en datos objetivos y poner en marcha modelos de resiliencia inteligente.
“La resiliencia debe ser el denominador común de todas las soluciones que se articulen para mejorar la gestión de los servicios públicos: capacidades y mecanismos digitales que, unidos al cambio cultural y organizacional, permitirán al tejido social y económico sobreponerse a la situación actual y prepararse mejor ante las futuras crisis. No sólo es importante poder salir de esta, sino hacerlo también con las herramientas necesarias para minimizar los daños, integrar la tecnología en nuestras vidas y crear ciudades mucho más preparadas ante el futuro, que permanezcan y en las que poder vivir”, finalizó Gonzalo Tassano, director de AAPP de Minsait, una compañía de Indra, en Perú.