Las redes sociales juegan con las emociones. Cada día, los comentarios y publicaciones son epicentro de las pasiones de los cibernautas, que transforman con palabras sus impulsos y, muchas veces, terminan alimentando una serie de conductas y respuestas que repercuten negativamente en la interacción social.
Este tema, que ha sido de interés para varias ramas de las humanidades, generó reflexiones en las primeras «Jornadas sobre Discursos de Odio: Internet y redes sociales”, organizadas por el Centro HUMA de la Facultad de Artes, Humanidades y Comunicación de la Universidad Internacional de Valencia – VIU, perteneciente a Planeta Formación y Universidades.
Allí se congregaron expertos de la materia y más de 400 estudiantes y profesionales con el objetivo de confrontar, analizar y encontrar posibles estrategias para contribuir a un entorno digital más seguro.
La hostilidad en redes es lo que más se ve
Parece que los algoritmos tienen una preferencia a la polémica, sin prever el carácter nocivo que esta pueda tener. El diseño de las redes hace que primen el ruido, el odio, pues generan más tráfico y datos que son susceptibles de comercialización.
La velocidad a la que se consume el contenido de redes sociales es tal que pocas veces analizamos su mensaje, y es allí cuando la desinformación alimenta las conductas de odio.
Por ello la desinformación triunfa, pues está diseñada para provocar respuestas emocionales e irreflexivas, generando enfado. De ahí que los usuarios compartan, comenten y den like, embargados por tales emociones. Por eso siempre se hace un llamado a analizar el contenido con el que interactuamos, para discernir si es verídico o falso, positivo o negativo y evitar caer en manipulaciones discursivas.
No entrar en la discusión contribuye a un mejor entorno digital
Cuando una publicación está diseñada para desinformar y esparcir un mensaje de odio, la audiencia se divide en dos bandos, y es precisamente el debate que se genera en comentarios lo que alimenta una publicación que bien podría haber sido ignorada por el algoritmo.
Entrar a comentar para castigar un discurso, por ejemplo, en lugar de contribuir a evitar el problema, lo refuerza, pues abre las puertas a prolongar más el debate, generando más comentarios y potenciando la visibilidad de un contenido nocivo.
Las comunidades y colectivos, grandes afectados en las redes sociales
La desinformación sobre las minorías o comunidad LGBTIQ+ han tenido que enfrentar un gran discurso de odio, que no ha podido contrarrestarse con éxito, pues las redes no han sabido trazar la delgada línea entre la regulación y la censura.
Aún no es clara la efectividad que las redes están tomando para penalizar los discursos de odio. Muchas veces parecen paños de agua tibia que caen en extremos. Cuando los mensajes negativos se omiten, dan la impresión de que jamás hubieran existido, y quienes los replican, de repente tienen un motivo para erigirse como víctimas de censura.
Y es que esparcir el desconocimiento en redes solo contribuye a crear enemigos invisibles y ahí es donde surgen los discursos de odio, según lo anotó Daniel Valero, profesional de la información y activista LGBTIQ+.
La gran invitación de estas jornadas organizadas por la Universidad Internacional de Valencia -VIU fue reflexionar sobre lo que compartimos y consumimos en redes, hacer un uso responsable y contribuir a una sana interacción para lograr una convivencia realmente inclusiva y libre de odios.